Garbiela Ruiz

Psicopedagoga

Me llamo Gabriela Ruiz Trejo, tengo 30 años, soy madre de dos pequeñas que son mi mayor motor en la vida, y, aunque la vida me ha puesto retos que nunca imaginé enfrentar, hoy puedo decir que cada uno de ellos ha moldeado la mujer que soy.

Soy psicopedagoga y responsable de Piltzintli, un espacio donde se acompaña a niños y familias en su camino hacia un desarrollo pleno.

Llevo dos años trabajando en Casa Flor de Loto, y esta experiencia ha sido una mezcla de desafíos, aprendizaje y una profunda conexión con mi vocación.

Ser madre y profesional no es tarea fácil. Me separé hace algun tiempo, una decisión que no tomé a la ligera, pero que finalmente fue un acto de amor propio y también hacia mis hijas. Al principio, sentí que el mundo se me venía encima. La incertidumbre me invadió: ¿Cómo iba a poder con todo? Pero cada día, al ver las caritas de mis pequeñas, encontré la fuerza para levantarme, para demostrarles que, aunque la vida puede ser difícil, también es posible llenarla de significado y alegría.

Mi carrera como psicopedagoga siempre ha sido una parte fundamental de mi vida. Desde joven supe que quería trabajar con niños, ayudarles a descubrir sus talentos, a superar dificultades, y a crecer como individuos plenos.

Piltzintli no es solo un trabajo para mí; es un sueño hecho realidad. En este proyecto acompañamos a niños con problemas de lenguaje, conducta y desarrollo, ofreciéndoles herramientas para que puedan superar los obstáculos que enfrentan.

Ver sus avances, por pequeños que parezcan, es un recordatorio constante de por qué amo lo que hago.

Hace dos años encontré mi lugar en Casa Flor de Loto. Desde el primer momento, supe que este espacio era diferente. Aquí no solo se trata de ofrecer servicios; se trata de conectar con las personas, de escucharlas, de acompañarlas en sus procesos.

Es un lugar donde la empatía y la comprensión son los pilares fundamentales. Trabajar aquí me ha permitido crecer tanto a nivel profesional como personal. Cada sesión, cada niño, cada familia que pasa por Piltzintli me enseña algo nuevo, y eso es algo que valoro profundamente.

Pero no todo ha sido sencillo. Como madre soltera, he tenido que aprender a equilibrar mis responsabilidades. Hubo momentos en los que sentí que estaba fallando en todos los ámbitos: en el trabajo, en casa, conmigo misma.

Sin embargo, también he aprendido a darme permiso para no ser perfecta. Entendí que cuidar de mí misma no es un lujo, sino una necesidad. Me tomé el tiempo para sanar, para reconstruirme, y para aprender a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.

Mis hijas son mi inspiración diaria. Verlas crecer me llena de alegría y también de una profunda responsabilidad. Quiero que ellas vean en mí un ejemplo de resiliencia, de amor propio, y de valentía. Cada noche, cuando las arropo y les doy un beso de buenas noches, me digo a mí misma que todo vale la pena, que cada esfuerzo, cada desvelo, cada sacrificio es por ellas.

En Casa Flor de Loto, he encontrado no solo un trabajo, sino una comunidad. Aquí he conocido a personas increíbles, colegas que se han convertido en amigos, y familias que han dejado una huella en mi corazón. Cada historia, cada rostro, cada progreso es un recordatorio de que estamos haciendo algo importante.

Me llena de orgullo formar parte de un equipo que pone el corazón en todo lo que hace, que se esfuerza por marcar una diferencia en la vida de los demás.